Para la Empresa Centrada en la Persona, la sociedad no es un mero «entorno» sino el objetivo propio de su actividad, y no en cualquier dirección, sino en la dirección del desarrollo humano”
La empresa caracteristicamente cristiana no solo genera productos de todo tipo, singularmente adecuados a la satisfacción de “carencias” humanas, en la dirección global de verdadero “desarrollo humano”, sino que, por el mero hecho de generarlos y por el “modo” de generarlos (las características de la empresa) contribuye poderosamente a la transformación global de la sociedad. Esta cualidad transformadora no es un “efecto colateral” de la dinámica de la empresa característicamente cristiana, sino que está plenamente presente en la intencionalidad de esta.
Para la empresa caracteristicamente cristiana, la sociedad (lo que, aquí, incluye a las instituciones y al sistema de derecho positivo vigente) no es un mero “entorno”: las personas, en primer lu-gar, y, en función de estas y como consecuencia, “la sociedad”, constituyen el objetivo propio de su actividad empresarial; y no en cualquier dirección “que vaya siendo generada”, sino en una dirección precisa, el “desarrollo humano”.
La “ética empresarial” de la empresa caracte-risticamente cristiana no consiste en algún sis-tema, o en una serie de sistemas de principios abstractos “dentro del ‘marco legal’ vigente (en cada momento). Es, esa “ética empresa-rial”, tanto en el interior de la empresa como en las relaciones de esta con todos, la moral cristiana. Esta está siempre por encima de la legislación, superándola siempre con la cari-dad; y no acotándola, sino oponiéndose a ella, cuando es contraria a la moral cristiana. […]
La propia existencia de la empresa caracte-risticamente cristiana y la dinámica propia de esta generan elementos de bien común en las dimensiones de la vida social afectadas por la empresa, de modo directo, y en otras dimen-siones, de modo indirecto.
Por otra parte, la operación, y aun la mera existencia estable de la empresa caracteristicamen-te cristiana, puede resultar muy difícil en ausencia de condiciones adecuadas de bien común.
El “bien común” es, por lo tanto, condición de posibilidad para el normal funcionamiento, y aun para la existencia, de la empresa característicamente cristiana, y la normal operación de esta es, necesa-riamente, generadora de “bien común”.
RAFAEL RUBIO DE URQUÍA
Nota acerca de las características centrales de la empresa centrada en la persona